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Y de la empresa, a la calle. En Estados Unidos hay 3.700 zonas de acceso público a la Red basadas en Wi-Fi. Según Analysys, serán 41.000 en 2007. Hoteles, aeropuertos y otras zonas de tránsito quieren dar conexión a Internet a quien pase por ahí. Setecientos cafés de la cadena Starbucks, por ejemplo, ya dan acceso a los portátiles de sus clientes. En Europa, salvo excepciones como el aeropuerto de Zúrich, son los particulares los que tiran del carro. MadridWireless es un buen ejemplo. Lanzado en octubre por tres personas, hoy lo integran más de 300. El fenómeno se extiende por todo el país. De Palamós a Vigo, jóvenes informáticos quieren “crear una nueva Internet”, dice Manuel Valencia, de la Asociación Nacional de Usuarios de Redes Inalámbricas.
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Sin cables. Ésta es la ventaja más clara. Bastan un dispositivo, un portátil o una agenda personal, equipado con una tarjeta inalámbrica PCMCIA y un nodo de acceso a la red. En el caso de las LAN empresariales, esto evita el tendido de cables y las obras. El uso de antenas puede, además, integrar las redes de varios edificios. Esto se traduce en una reducción de costes. Otra ventaja es la movilidad. Las redes Wi-Fi cubren áreas de hasta 75 metros en el interior de un edificio y 300 en el exterior. La cobertura se puede ampliar con antenas a varios kilómetros. Otro aspecto clave es el ancho de banda. El estándar 802.11b permite velocidades de 11 Mbs. Este hecho ha provocado que ISP de varios países comercialicen conexiones a Internet por este medio. Pero lo mejor está por llegar. Otros miembros de la familia, el 802.11a y el 802.11g alcanzan transferencias de 54 Mbs. Por último, Wi-Fi opera en la banda de los 2’4 Mhz, de uso libre. Esto hace que cualquiera pueda crear su propia red sin necesidad de solicitar licencia alguna.
